San Pedro Canisio no tiene la estatura para el día en que terminará el mundo.
Y.S. Aubert
No suena tan mal, suena poético, mágico, mitológico.
Un 21 de diciembre, pero de 1620, los peregrinos del Mayflower fundan la colonia de Plymouth, la primera colonia permanente en Nueva Inglaterra. Ellos eran un poco puritanos y probablemente les gustaría que Dios volviera el día de su aniversario. Un nuevo thanksgiving.
El mismo día, pero de 1898, Pierre y Marie Curie descubren el elemento radiactivo por excelencia: el radio. Descubrieron también que la intensidad de la radiación emitida era proporcional a la cantidad de uranio presente.
Si nuestra aniquilación fuera por causa de la radio actividad, sería una enorme coincidencia.
El 21 de diciembre de 1937 se estrena el primer largometraje de dibujos con color y sonido, Blancanieves y los siete enanos. Esto no viene al caso pero es simpático.
En 1991, la URSS dejó formalmente de existir el 21 de diciembre. Diez de sus quince repúblicas acuerdan crear la Comunidad de Estados Independientes. Será difícil que haya un cambio más radical en la vida de millones de familias que éste.
Es el día de San Pedro Canisio y otros santos más desconocidos. Canisio fue un teólogo alemán cuya virtud fue la creación del catecismo, que sirvió para contrarrestar a Martín Lutero. No es un santo de estatura para un día del fin del mundo. Hubiera estado más ad hoc que cayera en el día de San Juan, el del Apocalipsis.
Y en otro 21 de diciembre, pero de 1988, un avión de la aerolínea estadunidense Pan Am sufrió un atentado y estalló cuando sobrevolaba Lockerbie (Escocia). Lamentablemente ese fue el fin para las 270 personas que iban a bordo.
Lo único que nos tranquiliza es que, al menos, el fin del mundo no va a caer en viernes de quincena.
¿Se imaginan el relajo?